Un horno con más de 90 años conserva vida comercial, artesana y exitosa gracias al relevo generacional de dos jóvenes hermanas policheras, Lidia y Rocío Morato.
Juan Jesús, su padre, es el nieto del fundador del obrador ubicado en la calle Ronda: «Tenemos papeles y documentos de 1938 pero unos años antes ya funcionaba, ya se hacía pan aquí. Tiene casi 90 años», afirma mientras lo mira.
Su abuelo fue el primero de la familia que se hizo con el negocio. Lo heredó su padre y luego le llegó el turno al propio Juan Jesús. Ahora está jubilado aunque siempre pendiente de aconsejar a Lidia y Rocío.
La Molletería, denominación informal del despacho, lleva décadas abasteciendo a varias generaciones de vecinos. Sólo produce molletes. Nada más. «Grande, pequeño y mini». Cada día son centenares de unidades, «varios miles muchas veces, depende de los encargos que tengamos».

La puerta de la calle, como cualquiera de un domicilio particular, da a un largo pasillo donde se forman colas diarias. La gente puede entrar a comprar a pie de horno, sin despacho ni mostrador, desde las 5 de la mañana, menos sábados y domingos. Venden hasta las 9, las 10 de la mañana, cuando se agotan..
La hermana mayor, Lidia, comenzó a colaborar y aprender, a los 16 años. La menor, Rocío, casi a la misma edad. La fama de los molletes de La Molletería hace tiempo que saltó los límites de Puerto Serrano. «Nos piden muchos molletes de Huelva, de Málaga, Sevilla, Sanlúcar, también desde Barcelona y en unas cantidades bastante importantes. Hay encargos que superan los mil», detalla el padre.
La facilidad que ofrece el producto para ser congelado y conservar todas sus propiedades, todo su sabor, durante mucho tiempo y muchos kilómetros permite este tipo de pedidos que se han hecho constantes: «Además de los grandes encargos, hay muchos pedidos diarios de ventas de alrededor, de varias provincias, que se los llevan para los desayunos».